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poetas de Barcelona (4) José Luis
Giménez-Frontín
Nacido
en Barcelona (1943), ha sido galardonado dos veces, en 1981 y 1991, con el Premio Ciutat
de Barcelona de literatura en lengua castellana. Su escritura abarca la ensayística (Seis
ensayos heterodoxos, Mandrágora, 1976; El surrealismo, Dopesa, 1978; y Teatro-Museu
Dalí, Tusquets-Electa, 1994, entre otros títulos); la narrativa (Justos y
benéficos, Seix Barral, 1989; Señorear la tierra, Seix Barral, 1991, y La
otra casa, Destino, 1997, son sus títulos más recientes); la autobiografía (Woodstock
Road en julio: notas y diario, Pamiela, 1996), así como la literatura infantil y
juvenil. Como poeta, sus primeros títulos fueron recogidos por Pilar Gómez Bedate en Astrolabio,
1972-1988 (Pamiela, 1989), habiendo publicado con posterioridad Que no muera ese
instante, Lumen, 1993, y El ensayo del organista, Lumen, 1999. Tiene en prensa
su último poemario, Zona cero, Emboscalleditorial, Vic, 2003. Es miembro de ACEC
(Asociación Colegial de Escritores de Cataluña) y de AICA (Asociación Internacional de
Críticos de Arte).

I. POEMAS RECIENTES
(De El ensayo del organista, Lumen, Barcelona, 1999)
DEMONIOS DEL SUR
Ese reloj inmóvil de brazos extendidos como un crucificado.
Nada turba el silencio.
El zoco no se agita.
¿Que fue de tanto galán sin religión ni raza presto a quebrar cerrojos?
Alguien despierta a veces, y vuelve a adormecerse:
la culpa es siempre de los otros,
y el Señor proveerá.
*****
CORRUPCIÓN DE MENORES
Dulce y hermoso es
vivir bien de la patria.
*****
EL SEGUNDO CUERPO
A Pilar, de conversación con una gata en el
templo nocturno de Isis.
Ya no dejan atrás hijos, casa y hacienda para embarcarse, puros, y
remontar con azaroso esfuerzo el tajo palpitante de las tierras del Sur.
No vienen a ofrendar sus reverentes besos con dedos delicados sobre el
vigor secreto de mis claras columnas.
Esas que se entreabren cual palmas abrazadas por coloridos lotos bajo
los arquitrabes, día a día impidiendo el desplome del cielo refulgente sobre la blanda
arena.
Pórticos y pilones nadie ha vuelto a cruzar con las aguas crecidas,
abrumado de pronto por el hervor fangoso de la noche estruendosa.
Ni corren a beberse el aroma aún caliente de mi carnalidad en las salas
hipóstilas.
En tierra ya no veo mujeres abrasadas por el fuego sagrado del deseo o
el piadoso recuerdo sin freno de la cópula.
Mujeres florecidas a punto de regalar la vida de su amorosa entraña a
la vida fugaz.
Mujeres que imploraban fecundidad y amor.
Porque yo era la fuente. La rosada amalgama. El negro y ciego origen. La
entraña generosa.
La blanca espuma era. La amadora feraz.
E incontables mis nombres en las lenguas del mundo, siempre distintas y
siempre repetidas como colinas nubias que flanquean el Nilo.
¿Por qué, pues, arrasaron la serena silueta de mi entraña desnuda o
apenas si cubierta por velos transparentes, a golpes de cincel?
¿Sabían que en mi ausencia los dioses, infelices, a sí mismos se
irían engendrando y al punto devorando en feroz soledad?
¿Ignoraban acaso que mi segundo y más temible cuerpo quedaría
atrapado en la armonía pura de estas piedras labradas?
¿Que habría de surcar río abajo la noche rencorosa de los tiempos,
hasta entreabrir mis velos a los nuevos viajeros, que de mí nada saben?
Para trabar sus lenguas y pasarles la mano de mi "ka" poderoso
por el ciego espinazo.
Para que me reconozcan en el rostro imprevisto de la mujer callada que
entrelaza sus dedos.
Para que se estremezcan y deseen de pronto no regresar a un mundo donde
dilapidar la vida, prosaica y codiciosa.
Escarnecidos de banalidad. De irrealidad cegados.
Con dolor reescribiendo sus nombres en la arena.
Y en cambio aquí se sientan en paz y consolados, al fin cumlida la
preregrinación que ignoran que emprendieron, y admirados exclamen:
¿Sólo era hermosa Philae?
II. INÉDITOS
(Del libro en prensa Zona cero, Emboscalleditorial, Vic, 2003)
LEVE TARASCADA VERSICULAR ENTRE ARISTOTÉLICOS GALGOS Y PODENCOS
PLATÓNICOS CON AULLIDO FINAL DE LOBO FRANCISCANO
Porque hay un misterio hondo en lo más obvio.
Alfonso Canales
- No abrazo leve pecho ni carne fatigada
No acaricio sudor. No palpo sangre
ni los humores del placer, calientes,
en esa sillería de palabras
que el sol te aventará.
La cicatriz más honda que en el alma se graba,
no puedes ignorarlo, es relieve violento
de sábanas deshechas por el feraz deseo,
mo tu quimera acuosa, gasiforme.
Oh poeta que a quien te ignora ignoras,
de espaldas al instante compartido
el los dominios de la voz común.
- Quizás haya más sombra bajo la luz del día
que la cantada con impudicia ingenua
por tus cinco sentidos.
¿A quiénes le interesan tus orgasmos?
¿A quiénes tu lamento por el amor perdido
de aquel cuerpo, perfecto en el poema
sólo porque un poema sorpresivo hiciste?
La palabra, no el tiempo, permanece.
No lo que el tiempo, como real, acota
con la imagen del día o de su envés nocturno.
Yo prefiero erigir templos serenos
en un espacio de cristal de roca
con la materia de la palabra pura.
La que en nosotros nace, y nos hace mejores,
más vacíos, más libres: más reales.
Menos proclives a los fantasmas de la juventud.
- Oh sudor, oh dolor, cristal, palabra oscura:
ancho es el campo y la querella inútil.
¡Poesía alentará quien la poesía olvide!
Que hay un misterio claro en las honduras;
pero en lo obvio hay un misterio hondo.
LOS POEMAS
Con la humildad creciente
de estrellas que titilan
en un helado albor
- ese frágil hilillo
que aún me ata a la vida.
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