índex català septiembre-octubre n° 38 |
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poetas de Barcelona (4) José Luis Giménez-Frontín Nacido en Barcelona (1943), ha sido galardonado dos veces, en 1981 y 1991, con el Premio Ciutat de Barcelona de literatura en lengua castellana. Su escritura abarca la ensayística (Seis ensayos heterodoxos, Mandrágora, 1976; El surrealismo, Dopesa, 1978; y Teatro-Museu Dalí, Tusquets-Electa, 1994, entre otros títulos); la narrativa (Justos y benéficos, Seix Barral, 1989; Señorear la tierra, Seix Barral, 1991, y La otra casa, Destino, 1997, son sus títulos más recientes); la autobiografía (Woodstock Road en julio: notas y diario, Pamiela, 1996), así como la literatura infantil y juvenil. Como poeta, sus primeros títulos fueron recogidos por Pilar Gómez Bedate en Astrolabio, 1972-1988 (Pamiela, 1989), habiendo publicado con posterioridad Que no muera ese instante, Lumen, 1993, y El ensayo del organista, Lumen, 1999. Tiene en prensa su último poemario, Zona cero, Emboscalleditorial, Vic, 2003. Es miembro de ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña) y de AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte). I. POEMAS RECIENTES
A Pilar, de conversación con una gata en el Ya no dejan atrás hijos, casa y hacienda para embarcarse, puros, y remontar con azaroso esfuerzo el tajo palpitante de las tierras del Sur. No vienen a ofrendar sus reverentes besos con dedos delicados sobre el vigor secreto de mis claras columnas. Esas que se entreabren cual palmas abrazadas por coloridos lotos bajo los arquitrabes, día a día impidiendo el desplome del cielo refulgente sobre la blanda arena. Pórticos y pilones nadie ha vuelto a cruzar con las aguas crecidas, abrumado de pronto por el hervor fangoso de la noche estruendosa. Ni corren a beberse el aroma aún caliente de mi carnalidad en las salas hipóstilas. En tierra ya no veo mujeres abrasadas por el fuego sagrado del deseo o el piadoso recuerdo sin freno de la cópula. Mujeres florecidas a punto de regalar la vida de su amorosa entraña a la vida fugaz. Mujeres que imploraban fecundidad y amor. Porque yo era la fuente. La rosada amalgama. El negro y ciego origen. La entraña generosa. La blanca espuma era. La amadora feraz. E incontables mis nombres en las lenguas del mundo, siempre distintas y siempre repetidas como colinas nubias que flanquean el Nilo. ¿Por qué, pues, arrasaron la serena silueta de mi entraña desnuda o apenas si cubierta por velos transparentes, a golpes de cincel? ¿Sabían que en mi ausencia los dioses, infelices, a sí mismos se irían engendrando y al punto devorando en feroz soledad? ¿Ignoraban acaso que mi segundo y más temible cuerpo quedaría atrapado en la armonía pura de estas piedras labradas? ¿Que habría de surcar río abajo la noche rencorosa de los tiempos, hasta entreabrir mis velos a los nuevos viajeros, que de mí nada saben? Para trabar sus lenguas y pasarles la mano de mi "ka" poderoso por el ciego espinazo. Para que me reconozcan en el rostro imprevisto de la mujer callada que entrelaza sus dedos. Para que se estremezcan y deseen de pronto no regresar a un mundo donde dilapidar la vida, prosaica y codiciosa. Escarnecidos de banalidad. De irrealidad cegados. Con dolor reescribiendo sus nombres en la arena. Y en cambio aquí se sientan en paz y consolados, al fin cumlida la preregrinación que ignoran que emprendieron, y admirados exclamen: ¿Sólo era hermosa Philae?
Porque hay un misterio hondo en lo más obvio.
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© José Luis Giménez-Frontín 2003 Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso. |
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